ANTES
Esta silla es pareja de otra idéntica, las compré en IKEA hace unos años, y decir que estaban bastante castigadas es poco. La verdad es que las hemos amortizado bien porque las usamos como escalera para todo, limpiar lámparas y ordenar altillos, incluso las hemos usado para pintar la casa y quitar el gotelé…vaya que estaban hechas un asco!
DESPUES
Además en mi búsqueda eterna de sacar metros cuadrados donde no los hay, acertamos de pleno cuando decidimos pintarlas de blanco. La primera que terminamos la colocamos en su sitio para compararla con su pareja. ¿ A que parece más limpio y despejado el espacio que ocupa la silla blanca?.
Investigando como conseguir ese efecto decapado que nos gustaba, encontramos esta pintura hecha con Leche y Cal.
Hay muchas recetas para hacer pintura de leche en casa, pero dado que extraer la caseína de la leche es un proceso algo engorroso –sobre todo con una niña de dos años y medio saltando por el medio- primero intentamos conseguir los ingredientes en los comercios locales, pero o no los tenían o teníamos que comprar un saco entero, así que nos decidimos a comprar la pintura ya preparada por internet.
Su uso parece que se remonta a los egipcios, y en el Norte de Europa y Estados Unidos se usó abundantemente hasta el siglo XIX. El tradicional color rojo de los graneros en esas zonas proviene de que la mezclaban con óxido por sus propiedades fungicidas. Actualmente se sigue usando bastante en decoración o por sus características ecológicas. La preparamos según las instrucciones del fabricante, mezclada a partes iguales con agua, así que es totalmente natural, sin disolventes y por supuesto sin olores.
Comenzamos lijando las sillas para que la madera tratada con barniz admita mejor la pintura, luego las limpiamos con un trapo ligeramente húmedo para retirar todo el polvillo. Aplicamos la pintura del tarro donde realizamos la mezcla con un pincel redondo y grueso.
En la imagen superior se puede apreciar el trazo del pincel en la pintura, que era parte del efecto que nos gustaba. Después de la primera mano de pintura dimos una segunda capa rebajada al 50% con agua, para que fuera menos cubriente. El acabado decapado se hizo utilizando una rasqueta cuando las dos manos de pintura ya se habían secado. La rasqueta se aplica presionándola suavemente contra el canto de la silla.
En las superficies curvas, al secar la segunda mano de pintura diluida se agrieta, dando lugar a este bonito efecto craquelado. Se ve también que al contrario que las pinturas plásticas o de látex, al pasar el filo de la rasqueta para decapar, la pintura salta y se astilla por si misma de forma muy natural. Se termina frotando con lana de acero para pulir el acabado de la pintura, que es algo áspero (esto es cuestión de gustos).
Aunque la pintura de leche es sorprendentemente resistente (aplicando varias manos sin diluir se consiguen acabados perfectamente opacos, sobre todo en maderas sin tratar), es muy porosa y por tanto sensible a manchas. Por este motivo, para sellarla, dejamos secar bien la pintura y aplicamos el barniz de la marca “Luxens” -del Leroy Merlín- incoloro mate al agua, también dos manos dejando secar entre ambas.
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